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Mosela: enoturismo sobre ruedas (Parte II)

Dando continuación a mi post de la semana pasada, hoy os contaré un poco acerca de mi viaje en bicicleta por la Mosela, tramo a tramo y, lo más importante, bodega a bodega. Enoturismo en toda regla. Como os he dicho semana pasada, fueron más de 400 km de recorrido: Coblenza – Cochem – Graach – Piesport – Treveris – Minheim – Burg an der Mosel – Klotten – Coblenza, con una media de 50 km por día. Me preguntarán, ¿con 50 km por día es posible parar y catar vino?

Enoturismo en bicicleta

Pues aquí estoy para contar la historia, ¿no? Eso sí, debo admitir que he catado como una profesional… no he tragado una gota de alcohol. Cuando hacemos enoturismo, debemos hacer con responsabilidad. Ahora bien, ya volveré para comprar los ejemplares que se me han quedado grabados.

Mosela
De Cobleza a Cochem

Coblenza – Cochem – 52 km

Primer día. He empezado tarde, sobre las 11 de la mañana el recorrido. La tienda de bicicleta abría solamente a las 10 de la mañana lo que me impedía empezar antes. A los 10 km de recorrido, he parado en mi primera bodega, Weingut Weyh, en qué su ejemplar Hamm fue el que mejor recuerdo guardo.

Mosela
Llegando a Cochem

Cochem es una ciudad turística, tremendamente enoturística. La mayoría de los restaurantes y cartas ponen todo escrito en holandés en vez de alemán. Llega a irritar pero parece que estar en la Disney de los Holandeses.  Los hoteles de cierta forma prefieren decirte todo en holandés que inglés. ¿Un tanto raro no?

Mosela
Desde Cochem a Graach con lluvia

Cochem – Graach – 80 km

Completé la segunda etapa con dificultad. Aún estaba acostumbrándome con la bici, me dolía todo… y me tocaba 80 km, cuesta arriba y mucho viento. El día comenzó con lluvia.  A las 8 de la mañana ya estaba en ruta… y llegué a las 5h30 de la tarde.

Los primeros 25 km fueron bajo una tormenta fuete. Tanto que a la primera ciudad que crucé paré para tomar un café y a ver si mejoraba un poco el tiempo. Pues la verdad es que no mejoró mucho. Decidí dar continuidad a la ruta, y cando llevaba unos 55 km encima paré para comer… sino desfallecía.

Enoturismo con siesta

La tercera parada fue para dormir. Caí rotunda en un banco en la ribera del rio y dormí plácidamente por 30 minutos. Cuando pensé que ya no podía pasar nada más, vino el viento. En los últimos 15 km una lucha constante. Me acuerdo que tendría que hacer dos desvíos para las bodegas del día pero no me dio la gana. Estaba rota.

Pero la cata de vino que nos esperaba fue más celebrada que nunca. Rematé el día probando los vinos diversos en una tienda en Bernkastel, una ciudad a 3 km de Graach.

Mosela
Bernkastel

Graach – Piesport – 30 km

Tercer día, maravilloso. Eran solamente 30 km y tras una noche bien dormida, y descansada, el sol brillaba y el viento no era fuerte. Fue sin duda el día más sencillo. Menos mal porque mis piernas estaban empezando a tambalear con tantos km del dia anterior. Hicimos un recorrido tranquilito y paramos a mitad del camino para catar unos vinos en Weingut Geierslay. Es lo maravilloso de este la Mosela: en cada minuto se puede encontrar una bodega o un paisaje de lo más

Llegamos a Piersport a la hora de la comida. El guesthouse que me quedé es también bodega y restaurante (Weingut Lehnert-Veit Gutshotel). Y las vistas del vitio no tiene desperdicio… Terminé el día con una cata de vinos allí. ¡Viva la riesling!

Mosela
Weingut Lehnert-Veit Gutshotel

Piesport – Tréveris – 55 km

Otro día para morir. Empecé el recorrido súper temprano con la idea de llegar a Tréveris y disfrutar de la ciudad. Fueron 55 km contra el viento y cuesta arriba. La verdad que salió mejor que esperaba… principalmente en los primeros 40 km.

Al final del viaje paré para hacer una cata pero no contaba que tendría que subir 270 metros para llegar al hotel. Paramos en Weingut Karthäuserhof, una bodega muy interesante en que sus botellas no vienen etiquetada en la parte inferior de la botella como suelen hacer. La única etiqueta que hay es en la parte superior. Eso se debe a que uno de los antepasados, dueño de la bodega solía enfríalas sumergiéndolas en el río, y las etiquetas solían despegarse.

Sus actuales dueños han decidido mantener dicha tradición y parece ser que es uno de los vinos más recordados por los sumilleres en los restaurantes porque siempre piensan que el vino se ha caído la etiqueta y cuando van por otra botella se dan cuenta que la botella es así. Algo muy curioso.

Enoturismo sobre ruedas

El recorrido fue sencillamente fácil… Era 2 de la tarde y ya estaba en Tréveris con un hambre que no estaba escrito. Ahora bien… no sabía que lo peor aún estaba por llegar.

Lo que pasó es que he hecho una reserva en el Berghotel Kockelsberg, por las vistas que ofrecía. Lo que no me percaté es que tenía que subir 250 metros con mochila y bici en la espalda. Tres km cuesta arriba, en medio a un bosque que casi me mata. Pues la verdad es que una vez que legué arriba ya no quería bajarme.

Las vistas valieron la pena, pero hasta el día siguiente nadie fue capaz de sacarme del hotel. Resumiento: Treveris debe ser linda pero no hemos visto nada.

Enoturismo, pandemia y bicicleta

Afortunadamente la pandemia no fue la protagonista de este viaje… Casi no he escuchado nada acerca de ella. Se veía la gente con máscaras en los sitios cerrados y algunas medidas obviamente fueron tomadas. Sin embargo muchos de las bodegas que teníamos planeado parar y catar, estaban cerradas o inhabilitadas para la cata ya que no disponían de todos los materiales o protocolos que se han solicitado.

Hemos hecho la mitad del viaje. Semana que viene contaré acerca de mi camino de vuelta.

¡Chinchin!

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