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Artistas, literatos, filósofos, músicos. Todos confluyen en medio de un entorno único, en unas condiciones edafológicas y de microclima que hace único al Pago de Otazu. 

Me encantan los proyectos del mundo del vino y, aún más, cuando tienen esencia, sentido y vocación que va en línea con la cultura. 

Esto es el Pago de Otazu, de la Bodega Otazu, sita en Navarra, a tan solo 8 km de Pamplona: una fusión de vino, arte y saber hacer. 

El Pago de Otazu es un Pago Singular, valga el pleonasmo, enclavado por las sierras del Perdón y Sarbil, y el río Arga que actúa como barrera natural de la finca. 

De este pago de 110,12 hectáreas de viñas, con un mosaico particular en variedad de suelos, condiciones y exposiciones, se obtienen los vinos con la DOP Pago de Otazu.

Precisamente por sus cualidades únicas y por el reconocimiento geográfico con que poseen estas tierras. 

Otazu: arte en botella

Pago de Otazu tinto y blanco fermentado en barrica

Este pago no es solo un pago más de los 18 reconocidos y registrados en España con este sello distintivo y con las particularidades en materia de requisitos y condiciones que esto demanda.

Pago de Otazu ha generado una línea de vinos con sentido cultural, con una perspectiva de elaboración, vinificación y comercialización que contempla el mundo artístico; su hegemonía y el gran legado y patrimonio que todo esto significa para la humanidad. 

¿Qué sería de nosotros sin la ética de Kant, sin los arquetipos melódicos de Wagner o las composiciones magistrales de Mozart? ¿Cambiaría nuestro mundo el no haber entornado la mirada hacia la luz de los lienzos de Tiziano que rivalizan con el mismo sol? ¿Es posible concebir un legado literario sin Baudelaire, Shakespeare o Cervantes?

Esta bodega sui generis, ha decidido delimitar su finca en treinta parcelas de entre uno y cinco hectáreas cada una; y asignar, a cada una de ellas, un nombre representativo en honor a un escritor, un artista, un músico o un filósofo. 

Vino + cultura

Cada parcela tiene un sistema de vendimia y vinificación individual que atiende a las necesidades de su génesis y desarrollo. 

Este factor unido a la singularidad y vida en solitario de la finca de Otazu, permite que se puedan llevar a cabo tratamientos sostenibles en la viña, sin las consecuencias que conlleva la vecindad con viñas tratadas con tratamientos químicos o fitosanitarios agresivos. 

En este sentido, en Otazu cohabitan viñas de Tempranillo y otras variedades francesas. Chardonnay en blancos; y en tintos y rosados: merlot y cabernet sauvignon. 

Viñas con orientación norte-sur que garantizan una óptima maduración de los racimos y plantadas en más de 14 tipos de suelos identificados, con diferencias estructurales entre si. 

Desde las gravas finas en las zonas próximas al río hasta las arcillas de interior que flanquean la sierra, esta bodega realiza microvinificaciones, exalta la diversidad y expresa con prosa poética, con notas en acústico y con lecciones de vida, sus distintas vendimias, sus suelos y la personalidad de cada uno de sus vinos.  

¿Vinalogamos?

Un imprescindible para quien aprecie el vino, es visitar esta bodega con su proyecto singular y artístico que rescata la esencia del Bon Vivant, la esencia del ser humano.

Lo que nos hace únicos: esa capacidad de disfrutar de la naturaleza, del entorno, de las emociones que se ciernen sobre cada poro de nuestra piel cuando reconocemos un aroma, una textura, un paisaje evocador. 

Visitar el pago es un compendio de cata con recorrido en medio de una palacio del siglo XVI, visita al Señorío, a la Torre Palomar de defensa del siglo XIV y a la deleitable actividad contemplativa de artes monumentales. 

Terroir, cultura, arte, emoción, esto es visitar la bodega, esto es catar sus vinos de pago.

Las etiquetas de los dos vinos de pago de la propiedad: Pago de Otazu tinto y Pago de Otazu fermentado en Barrica, llevan el diseño original de una de las piezas magistrales y distintivas del gran artista y escultor Xavier Mascaró: sus guardianes. 

Xavier Mascaró y Otazu

Guardián de Xavier Mascaró

Amigo, pintor, escultor, Xavier es un artista internacional, español, nacido en París que ha vivido en sitios tan diversos y evocadores como Nueva York, México DF, Londres, Barcelona, Madrid. 

Su obra es iconográfica más que figurativa, trabajada en distintos materiales, que incluyen  el hierro nervioso, el bronce tranquilo, el cristal emplomado, la resina y la piedra.

Representaciones de fragmentos de vida, de presencias, de culturas antiguas que se entremezclan con un gran sentido de la imaginación, el arte y la cultura.

Un compendio sibarita y excelso de acumulación de líneas y formas.

El diseño del guardián y lo que implica la representación de “los guardianes de valor”. 

La inspiración del artista busca emular guardianes de templos babilónicos, sagrados como custodios de espacios o figuras de meditación. 

En estos vinos tenemos guardianes, custodios del fruto de la vid. Estas figuras trabajadas en hierro, material nervioso, orgánico, maleable, magnético y mineral, se fusionan de manera perfecta con los vinos del Pago de Otazu: de buena capa, con presencia de fruta negra, intensos, redondos y minerales. 

El tinto del pago es amable, sútil pero con carácter; digno de ser resguardado por un guardián.

5695 botellas, 18 meses de barrica y 36 meses en botella. Tintos con fuerza, con garbo y distinción.

¡Salud!

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