Y el ganador es…
A pocos días de celebrarse la nonagésima primera edición de los Premios Óscar, entre tanta expectativa mediática, como no podía ser de otra forma, he reflexionado sobre la importancia que le damos, en determinados momentos, a las puntuaciones y premiaciones en el mundo del vino.
Y es que sin duda alguna, los galardones, críticas, puntuaciones o como se quiera llamar, han sido marco de referencia, modelo a seguir, y objeto de deseo, de infinidad de bodegas y elaboradores de vino a nivel mundial.
Las premiaciones y reconocimientos han encumbrado vinos y bodegas, aunque también han echado tierra sobre el trabajo de años, de otras menos afortunadas. Lo que está claro, es que ha sido un fenómeno capaz de moldear y marcar, tanto de fondo como de forma, la manera de hacer vino en el mundo.
¿Cómo empezó todo?
Me remonto a la Exposición Universal de París de 1855, cuando Napoleón III, fue precursor de un sistema que hoy en día sigue vigente, que seguimos, y que simplemente se ha moldeado y adaptado a las nuevas tecnologías y a nuestra frenética necesidad de inmediatez.
A raíz de la Exposición de 1855 se creó un sistema de referencia de los mejores vinos de Burdeos, una clasificación, por cierto, muy pocas veces modificada hasta nuestros días. Una clasificación que le ha representado con creces: imagen, posicionamiento, prestigio y expansión, a estos vinos en el mundo.
Pero a raíz de estas exposiciones, también se han encumbrado otros vinos distintos a los de Burdeos. Se generó el sistema de clasificación de vinos en Europa, para categorizar y diferenciar el saber hacer, las bondades propias del terroir y todos aquellos aspectos diferenciadores que conforman una región.
A partir de aquí, se han multiplicado exponencialmente las ferias, festivales, premiaciones, exposiciones, eventos y empresas, en torno a la categorización y reconocimiento de los vinos en el mundo.
El vino y nuestros marcos de referencia
Reza el adagio que somos el resultados de los libros que leemos, los viajes que hacemos y las personas que amamos, porque como seres humanos sociales y sentipensantes solemos tener marcos de referencia y modelos de admiración en todas las facetas de nuestra vida, incluso cuando de beber vinos se trata.
Así que, más de una vez hemos recurrido a las guías, al consejo de un especialista, a las puntuaciones y a las premiaciones en el mundo del vino.
Y si hablamos de crítica y premiaciones en el mundo del vino, es menester, mencionar a Robert M. Parker, abogado de profesión y crítico de vinos por convicción.
Este crítico estadounidense, a través de su revista The Wine Advocate, creó un sistema de clasificación del vino para acercarlo al consumidor, a sabiendas de que es este un mercado, tantas veces percibido, (hasta incluso hoy en día) tanto intrincado como místico.
Su sistema de puntuación que va desde los 50 a los “codiciados” 100 puntos Parker, siguen siendo aún, objeto de culto.
La parkerización de los vinos
El boom de la parkerización, ha marcado un antes y un después en los procesos de elaboración de los vinos, no solo en bodegas, sino en regiones enteras, que buscando mayores ventas a través de las puntuaciones otorgadas por el crítico, cambiaron la manera de hacer vino y el perfil de estos.
Durante la última década de los años 90 y el primer lustro del nuevo milenio, se acentúo y extendió el fenómeno Parker, con el cual se produjo una homogeneización de los vinos, que en vez de buscar distinción y carácter, perseguían el gusto del catador.
¿Resultado?
Cepas plantadas en climas y terrenos imposibles, vinos con mayor extracción, altos niveles de alcohol, predominio de la madera, etc. La búsqueda de lo absurdo.
Hay un terreno para cada viña, hay una historia para cada vino, y detrás de siglos y siglos de tradición vinícola está la sabia naturaleza.
Y como sabia que es, finalmente, se ha vuelto a las raíces, a los orígenes, a escuchar la tierra y a seguir su dictado y aunque, las guías y las premiaciones en el mundo del vino siguen vigentes, en España es tendencia, el recuperar variedades ancestrales y el elaborar según el terroir.
La tendencia
En un sector en el que lo subjetivo campa a sus anchas, encontramos variedad de guías que hoy en día hacen las delicias de profesionales, sibaritas, winelovers y despistados a lo largo y ancho de la geografía mundial.
Así como, a veces, usamos como referencia los premios a la literatura cuando de elegir libros se trata, cuando buscamos un vino, también nos remitimos al consejo de un experto, en una tienda física, digital o en una publicación.
Y como he apuntado en otras ocasiones, en los procesos de elección, juegan un papel muy importante, tanto la cultura como los gustos del consumidor.
Cuando no conoces una etiqueta o un elaborador y quieres comprar un vino ¿a qué/quién recurres? Al consejo experto, al conocimiento o a la intuición.
Para estos momentos, un sistema de premiación basado en catas llevadas a cabo por profesionales, que otorga puntos, medallas, estrellas o cualquier tipo de categorización de un vino, es más que bienvenido.
Los concursos más prestigiosos
Entre los principales premios y puntuaciones de referencia para elegir un vino, encontramos guías como las españolas Peñín y Gourmets, con sus premiaciones y sus salones de exhibición, de cara al público de calle y al profesional.
En la esfera internacional, están las premiaciones a las que se postulan bodegas de todo el mundo, en la búsqueda del máximo galardón y las principales son:
IWSC -International Wine & Spirit Competition
IWC – International Wine Challenge
Concurso Mundial de Bruselas
Decanter World Wine Awards
The Wine Advocate
The Wine Spectator
Y reconocidas premiaciones en torno a una variedad de uva en particular, como los concursos: Tempranillos al mundo y Garnachas del Mundo.
Premios, puntuaciones y claro está, las muy democratizadas aplicaciones, entre las que destaca Vivino, de fácil y cómodo acceso desde el móvil, desde la cual podemos leer impresiones de todo tipo y nivel.
“Son nuestras elecciones las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades.”
J.K. Rowling
Al final del cuento, elegimos un vino como elegimos una peli o un restaurante para cenar, teniendo en cuenta una cantidad de factores, donde según cada quien, unos tienen mas peso que otros.
Y el buen vino, no es precisamente el de más estrellas, o el que durante más años ha pertenecido al Olimpo de los vinos más costosos o reputados. El buen vino es ese que como las lecturas o las personas, nos deja un buen sabor de boca, algunas veces capaz de extasiar nuestros sentidos, otras veces de mimetizarse en una explosión de sabores con la comida o con lo que decidamos maridarlo.
Y tú, ¿a quién/qué sueles recurrir cuando quieres elegir un vino?
¡Salud!