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Conocí a Laura Rodríguez en Ambivium, en 2023, cuando terminaba mi curso de sumiller en la Cámara de Comercio. Estábamos celebrando nuestro título y, en aquel entonces, Laura era la directora de sala y sumillería del restaurante. Lo que más me impactó fue el brillo en sus ojos al hablar de vino, algo realmente contagioso.
En esta entrevista, Laura menciona que comenzó “tarde” en el mundo del vino, lo que me hizo sentir como una anciana (yo con mis 39 años, ¡ni te cuento!). Pero su historia demuestra que nunca es tarde para encontrar tu pasión y convertirla en éxito.
Laura es una de las sumilleres más destacadas en la escena nacional, con premios como Mejor Sumiller Internacional en el Wine Challenge 2024 y el tercer puesto en el Ruinart Challenge España 2024. Además, ha representado a España en la Copa Jerez Internacional 2023 y participado en el Battle of the Wines de Netflix.
Formada en diversas disciplinas, desde el Master Sake hasta el WSET 3, Laura no solo brilla como sumiller, sino también como formadora y creadora de su proyecto Tiempos Líquidos. Con un enfoque único, ve al vino como una forma de contar historias y transmitir emociones, y sigue adaptándose a los cambios del mercado. En esta entrevista, descubrimos más sobre su fascinante trayectoria y sus próximos proyectos, que siguen inspirando a muchos, incluyéndome a mí.
Lo descubrí por una casualidad o necesidad. Era maître en el restaurante Trasto, y su carta de vinos era más amplia de lo que había trabajado hasta entonces. Sentía que necesitaba adquirir más conocimiento en vinos, así que decidí apuntarme a un curso de sumillería. Fue en ese momento cuando descubrí que era mi verdadera pasión.
Fueron momentos ilusionantes. Cada día era una oportunidad para aprender algo nuevo, lo cual sigo haciendo, incluso siete años después. Al principio, fue un periodo de mucho esfuerzo: madrugaba para asistir a catas, estudiaba entre turnos y por la noche. Fue un comienzo muy exigente, pero muy enriquecedor.
En 2017/2018 realicé el curso de sumillería en la Escuela Internacional de Cocina de Valladolid. En 2018, hice el WSET 2 en Madrid, en The Wine Studio, y en 2019, el WSET 3 en Rioja con Vinclass. En 2021, fui formadora en vinos y vinagres de Montilla Moriles. He terminado el pasado noviembre el Master Sake y actualmente estoy cursando un curso de especialización de sumillería 2.0 en la Escuela Internacional de Cocina de Valladolid.
En Atypikal, Borja me dio la oportunidad de gestionar una carta de más de 600 referencias, aunque llevaba solo dos años como sumiller. Fue un verdadero reto y aprendí muchísimo. Estaba en contacto diario con bodegueros, lo cual fue una experiencia increíble.
Ambivium fue un sueño hecho realidad. Llegué como la sexta sumiller, y con el tiempo llegué a dirigir la sumillería del “restaurante del vino”, con 4000 referencias y más de 15,000 botellas. Además, tuve la oportunidad de fusionar mi experiencia en sala con la sumillería, alcanzando la dirección de Sala y Sumillería. Fue un sueño cumplido.
En el mundo de la sumillería, la formación continua es imprescindible. Es un mundo cambiante y su globalidad es inmensa. No concibo ser sumiller y no estar estudiando constantemente. Me mantengo al día a través de artículos de prensa, páginas internacionales y, especialmente, muchos libros. ¡Me apasiona estudiar en papel!
Estos estudios me han dado una visión mucho más global del mundo del vino. Me han permitido entender mejor las distintas perspectivas y enfoques, lo que ha enriquecido profundamente mi carrera.
Todos los vinos cuentan historias, desde las grandes maisons hasta los vignerons. Depende de la compañía y del momento. No siempre hace falta celebrar algo para compartir una botella. A mí me gusta conocer la parte técnica, pero cuando transmito sobre un vino, me gusta hablar del lugar de origen, de quién está detrás del proyecto, de la importancia del paso del tiempo y de las generaciones involucradas.
Mi gusto personal lo guardo para mis momentos con mi pareja, amigos y familia. El resto de mi enfoque es profesional, siempre pensando en el disfrute del cliente. Nosotros, como sumilleres, debemos asesorar y recomendar basándonos en el conocimiento de la variedad, el productor o la zona, pero nunca desde nuestro gusto personal.
“Tiempos Líquidos” es el siguiente nivel, el siguiente reto como sumiller. Es un sueño tener un local propio, en este caso junto con mi pareja, Diego González. Es un wineroom, un bar sin barra, especializado en el mundo del vino, con un aforo de 32 personas. Queremos ofrecer una visión 360º del mundo del vino, con vinos locales de km0 como los de Arlanza o Ribera del Duero, y también de otras partes del mundo como Australia, Sudáfrica o California. Además, es un lugar donde los clientes pueden formarse en WSET, ya que somos un local satélite de Vinclass, y participar en catas quincenales. También colaboramos con Denominaciones de Origen como Ribera del Duero y servimos de ventana para pequeños proyectos sin visibilidad. Nuestro sueño es llegar a ser un referente en España.
Lo más inmediato es seguir estudiando y prepararme para el diploma ASI, el certificado de la Court of Master Sommeliers o el Diploma de WSET. Sin embargo, también disfruto del camino, que ahora es más complicado debido a la conciliación del emprendimiento con los exámenes. En cuanto a competiciones, quién sabe, quizás me vuelva a presentar al Ruinart Challenge para intentar llegar al primer puesto (se ríe).
Me apasiona demasiado la sala y el servicio. No me veo fuera de ese ámbito, la verdad.
Pitu Roca y Diego González. Antes de ser mi pareja, ya le admiraba, y él me animaba desde Londres a competir en los campeonatos regionales de Castilla y León. A nivel internacional, mis referentes actuales son Valeria Gamper y Pascaline Lepeltier.
Mis padres, que son trabajadores y luchadores. Por difícil que parezca algo, siempre se puede recorrer el camino paso a paso. Esto me enseñó que, aunque llegué tarde al mundo del vino (con 31 años), pude poner el foco en mi sueño y perseguirlo, y aquí estamos, aún persiguiendo ese sueño.
Es interesante que cada vez haya más interés por la sumillería, aunque personalmente me gustaría que más personas decidieran dedicarse a la sala. Sin embargo, la hostelería ha sido un sector muy maltratado y la gente se siente más atraída por el enoturismo o la comercialización que por el trabajo en sala.
En la sumillería, y en muchos otros campos, nos enfrentamos a la “inmediatez” y al “corto plazo”. La sumillería, en mi opinión, es una carrera de fondo. Cuando uno sale de un curso de sumillería es como cuando se obtiene el carnet de conducir: has aprobado, pero lo verdaderamente importante es poner en práctica lo aprendido. Yo siempre vivo en modo “esponja”, intentando aprender constantemente.
Que, si es lo que verdaderamente les gusta, no abandonen, por difícil que parezca. Hay quienes se asustan por la cantidad de información que hay que abarcar, pero yo lo veo como un proceso que se debe disfrutar. Si se tiene pasión por el vino, todo el esfuerzo vale la pena.