Filomena, el temporal que azota a España, que a su paso a dejado un popurrí de paisajes, emociones y momentos, se convierte en motivo para maridar vinos, nieve y frío.
Hoy la musa retoza serpenteante, siempre gélida, blanca y densa ante mis pupilas. Tal como lo expresó Lope de Vega en su poema: Bien puedo yo pintar una hermosura; hoy, Filomena: nieve pura, da cabida a un vinálogos con maridaje.
Con estas temperaturas y el semiconfinamiento al que nos ha sometido, en Madrid capital y alrededores, he pensado en dos vinos para aprovechar los días fríos y así calentar el cuerpo y acompasar las emociones.
Hoy propongo vinos para elegir y para disfrutar con nieve y frío. Vinos con cuerpo, con calidez por su propia naturaleza, con vaho de aromas de tierra, de flores, frutas y especias que acompañan, no solo las comidas sino también, las vivencias del día a día.
Blanco y fresco como la nieve
Para estos días fríos, de teletrabajo, de tanto estrés (por lo menos a mi se me hace cuesta arriba la vuelta a la rutina y al trabajo), entonces, un vino se torna condición sine qua non. Un vino con cuerpo, estructura y con capacidad de encender una chispa, allí donde la hay.
Empezamos con un Chenin Blanc, un clásico de la región de Savennières. Esta AOC francesa, sita a unos quince kilómetros al oeste de Angers, cuenta entre sus descriptores las notas especiadas, florales, e incluso, las notas oxidativas.
Su área comprende 140 hectáreas de viñedos e incluye tres comunas al sur de la región, en la orilla derecha del río Loira.
Una copa de este vino con picos y quesos y ¡voilá!. Mi sugerencia es hacer un maridaje de vino, nieve y frío con un queso Tommé de Savoie.
Esta variedad de queso de montaña, típica de la región de Ródano-Alpes, la descubrí estas navidades y se me antoja excelsa con el vino. Un queso suave pero firme, ambivalente, con bajo contenido de materia grasa y una textura perfecta para acompañar estos vinos.
La AOC Savennières
Esta denominación de origen del país galo, data de 1952; es sinónimo de chenin blanc, de blancos con cuerpo, intensidad y complejidad.
Tierra de paisajes típicos de la región del Loira, con sus viñas emplazadas en laderas, sus molinos y el fiel compañero, del que emanan las aguas que atemperan el microclima sobre sus viñedos.
Blancos, aunque no como la nieve; de color intenso, basculantes entre el amarillo pajizo y las notas doradas del preciado metal.
Entre los descriptores de estos vinos encontramos el jazmín, cítricos como la lima, el pomelo, las omnipresentes notas de miel y membrillo y, con la madurez, aparecen notas de melocotones maduros y frutos secos.
“Mientras soportamos a Filomena, un tinto para el alma”
Para vino, nieve y frío: un tinto de montaña. Nos remontamos al viñedo helvético y a una variedad indígena, como muchas en el país, creada de un cruce entre robin noir y pinot noir: diolinoir.
Una variedad, en principio, creada para blends con pinot noir, buscando un aporte de color y resistencia a enfermedades fúngicas, que ha derivado en vinos monovarietales con estructura, color y potencia aromática.
En este sentido, mi deleite entre sorbos de contemplación, vino y letras, tiene como protagonista un vino de esta variedad con nombre y apellido.
De la propiedad vitícola de René Favre et Fils, fruto de la interpretación de la viña por los por si mismo llamados Cowboys de la Petite Arvine.
Si bien sus “consentidas” son las viñas viejas, octogenarias, de petite arvine, trabajan con otras variedades indígenas de la región como la humagne rouge, syrah y merlot.
Este vino, Diolinoir John et Mike Favre, Elevage en Barrique de Mélèze, en boca, se transforma en una deliciosa experiencia para el paladar, sin demasiada ambición pero con suficiente potencia.
¿Vinalogamos?
A propósito de Filomena que ha inspirado estas letras y, que también, me ha adjudicado algún contratiempo, os dejo este hermoso soneto de Lope de Vega.
“Bien puedo yo pintar una hermosura,
y de otras cinco retratar a Elena,
pues a Filis también, siendo morena,
ángel, Lope llamó, de nieve pura.
Bien puedo yo fingir una escultura,
que disculpe mi amor, y en dulce vena,
convertir a Filene en Filomena
brillando claros en la sombra escura.
Mas puede ser que algún lector extrañe
estas musas de amor hiperboleas,
y viéndola después se desengañe.
Pues si ha de hallar algunas partes feas,
Juana, no quiera Dios que a nadie engañe,
basta que para mí tan linda seas.“
Lope de Vega. Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos (1634)