Parece un poco farragoso pensar pero el mundo del vino también tiene fraude. Con vinos de todos los días, pero también y muy en concreto con los vinos caros, piezas únicas – consideradas de coleccionista -. Lo cierto es que desde que el vino, bueno algunos vinos ascendió a categoría de arte, de posibles piezas de artes que se adquieren casi nunca para ser bebidas, el fraude se tornó cada vez más corriente. Y de esto se trata el documental de Netflix Sour grapes.
Creo que en mi selección de documentales acerca del vino, hace unas semanas, no he incluido a este. Bueno, también es cierto que en época de cuarentena mejor hablar de cosas bonitas en este negocio que las feas. Pero lo cierto es que ellas existen.
Vino y arte
Entramos en un debate aquí un poco paradojo. El vino es una bebida, un alimento, y por ende debe ser disfrutado, y tomado como tal. Soy defensora que todos los vinos deben ser disfrutados, sea día a día o hasta los más raros y especiales guardados para una ocasión especial.
Sin embargo, hoy en día también hablamos de vinos muy raros, añadas especiales, años mágicos, en que todos los años crecen el número de aficionados que van detrás de esta botella. Ocurren subastas, y aquel vino que una día costó 120€, 300€ hoy en día, en las subastas, alcanzan cifras estratosféricas.
Los coleccionares son a veces en último caso bebedores de dichas joyas. No digo que no sean conocedores, apreciadores, y degustadores de vinos. Pero seamos sinceros, estos vinos no se adquieren con la idea de un día ser descorchados; más bien todo lo contrario. Se guardan en cavas, bajo 7 llaves, y adquieren un status que otrora nunca tuvieron: el de obra de arte.
Vino y poesía
El vino es poesía líquida, prosa embotellada. Pero aun siendo así, toda buena literatura merece ser lida, y guardarlas sin tener la oportunidad de abrir un libro y de disfrutas de sus palabras, perdóneme lector, me parece un sacrilegio.
Hete que el mercado especulativo crece a cada día, y con el más y más aficionados del vino buscan piezas raras para que haga parte de su bodega. ¿La van abrir algún día? Lo dudo. Por ello, ha aparecido en personajes como Rudy, para engañar a todo un colectivo, con sus famosas botellas que nunca existieron.
Sour grapes – el fraude del siglo –
Este documental de Netflix habla justamente sobre el mercado del vino y el fraude. Siendo un mundo distinguido y poco conocido realmente, la trama va de un joven que consigue convencer a todos un colectivo millonario americano que posee grandes ejemplare, piezas rarísimas de algunas bodegas míticas. La trama se centra en la mayor empresa falsificadora de vino, que está organizada en torno a Rudy Kurniawan, el chaval que incita sus “amigos” a participar en las subastas fraudulentas de los productos vinícolas. La suerte del protagonista cambiará en 2008 cuando el productor de vino francés Laurent Ponsot descubra que el vino procedente de las tierras de su familia ha sido vendido en una subasta por un precio exorbitante, cuando en realidad esta añada nunca existió. ‘Sour Grapes’ está grabado en Reino Unido y Francia bajo la dirección de Jerry Rothwell y Reuben Atlas.
¿Quién es Rudy?
Rudy es el pequeño Nicolás de los vinos. Un personaje capaz de convencer a cualquiera que tenía en manos los ejemplares más famosos del mundo, con las añadas más espectaculares, y haciendo con que la gente pague miles o millones por cada botellas.
Rudy es como todo bueno estafador: seduce a la gente con la cara de buena persona, les hace partícipe de su día a día, establece relaciones tan intimas con ellos, que cuando la verdad sale a la luz, nadie lo cree.
Sour grape y fraude: estafador y estafado
Sí, Rudy ha engañado a todo y sin duda debe pagar por ello. Sí, Rudy se portó fatal y no cabe duda que aquí él es el malo de la película. Sin embargo, también podemos ver en este documental que estamos delante un mercado nuevo, y que muchos de sus aficionados ignoran tantos hechos de este mundillo, que los estafadores ven la oportunidad. Estamos delante de un mercado emergente, de gente que compra por comprar, que especula, y que juega con un bien que a lo mejor estaría mejor en el estómago de mucha gente. Al final el mercado especulativo es lo que es: una apuesta – una vez se gana, una vez se pierde -. Pero claro, cuando las reglas del juego ni siempre están claras, y la veracidad de la información es dudosa, ocurre lo que ocurre. Así fue con las preferentes.
Desde el día que hemos aceptado que cualquier cosa puede ascender al valor artístico; desde que Marcel Duchamp cambió en definitiva los concepto de lo que es el arte con su famoso Urinal, tenemos que aceptar que no solo el mundo del vino está sujeto a este tipo de cosas, sino cualquier sector del mundo.
Desafío
Desafortunadamente los viticultores, los distribuidores, los bodegueros, tienen más trabajo que nunca: porque cualquier tipo de fraude acaba deñado la reputación de uno, de su bodega y del mercado en general. Está muy bien que su producto gane valor, que sea considerado una pieza única, ¿pero tenemos capacidad para verificar y garantizar que todos los consumidores, coleccionares, van a adquirir una “pieza real”, verdadera sea para el uso que le den?
Yo aprovecho para descorchar un buen vino mientras escribo estas líneas y disfruta de mi poesía líquida
¡Chinchín!